Hace unos días un lector anónimo del blog me hizo llegar unas reflexiones sobre un suceso ocurrido en la fiesta de arquitectura de Valladolid. Trata sobre ciertos periodistas pero aclarar que no se quiere generalizar en este post.
Es increíble la cantidad de periodistas que puede haber hoy en día: periodistas aficionados, que, móvil en mano, se olvidan del más elemental respeto y educación para obtener una imagen o un video de lo que sucede. ¿Para qué?
Mientras hay alguien tendido en el suelo, con evidentes signos de que algo grave le ha pasado y nadie de los más cercanos a él sabe muy bien que hacer (o no puede, dado su estado alcohólico) o si lo hace, lo hace mal y con riesgo para el accidentado (zarandeándole, dándole tortas a ver si despierta o burradas por el estilo), esa marea de “periodistas” impide a cualquiera que sabe lo que hacer y que puede evitar que lo que están grabando sea una tragedia en vez de un accidente. Y lo mejor llega cuando una vez has atravesado la “barrera de la información” (o del morbo más bien) está el imbécil que dice: “¡quita, que no veo!”
Pues bien, dedicado mi más sonoro “hijos de puta” a todos los que alrededor del pobre chaval impedíais que los que podían le ayudaran (hasta que se impuso la cordura en forma de guardia de seguridad, claro) tan solo por obtener un vídeo.
Y felicidades a la Sociedad de la Imagen, por haber creado una sociedad humana en la que prima el “ver lo que pasa” antes que el “impedir que pase”
Una vez más, la Humanidad decepciona.
(Y por que el chaval de la “fiesta” de Arquitectura se recupere)