miércoles, 14 de noviembre de 2007

Nana


Sara vivía feliz en su pueblo cuando era niña, tenía que ayudar a sus padres en tareas pero pronto tenía tiempo de ir a jugar con sus amigos. Su infancia era normal, como las de casi todos los niños del pueblo. Pero un día todo cambio, llegaron los soldados y arrasaron sus cosechas, mataron a sus animales y quemaron sus casas. A su padre y a sus hermanos se les llevaron a la fuerza.

Ya no tenían de que vivir e intentaron emigrar su madre y ella a la ciudad. Allí no había mucho trabajo, el país estaba sufriendo una gran crisis, el ejercito ya había tomado el control y muchos estaban en la misma situación que Sara. La comida escaseaba y vivían en unas pésimas condiciones, pero no todo era malo en ese tiempo conoció a un chico, Hasam, se enamoraron y Sara se quedo embarazada en pocos meses. Ya todo eran preparativos, Hasam tenía un trabajo que permitía mantener a duras penas a la madre, al futuro hijo y a ellos dos. Parecía que la vida les volvía a sonreír, pero no por mucho tiempo. La madre enfermo y no tenían medicinas para curarla y como los males nunca vienen solos Hasam se quedo sin trabajo tras una revuelta.

No quedaba otra opción, la situación era desesperada. Sara debía de partir dejando atrás a su madre y a su marido, el hijo tenía que nacer en un país desarrollado. Se negaban a separarse, les dolía, querían seguir juntos, quizás no sobreviviera en el viaje. Dieron todos sus ahorros a un hombre para que la llevara a España. El viaje fue largo, dos meses por el desierto y otro esperando en la costa a que saliera su embarcación. En este tiempo nació el niño, otro revés, ya no podría quedarse legalmente en España, pero debía de continuar.

Por fin llegó el día. Una barcucha pequeña les esperaba, debían de cruzar el estrecho con ella por la noche. Nunca había nadado, la daba miedo el agua, pero no había marcha atrás. En la oscuridad de la noche, en la completa incertidumbre del futuro, en el miedo a una muerte cercana, en el amor por su bebe, en el dolor de la lejanía de su marido y su madre... Sara cantaba una nana.

¿Qué será de ellos aquí? No miremos a otro lado, de nosotros depende..

1 comentario:

Anónimo dijo...

Genial Juan, me ha encantado, precisamente hoy he estado en una conferencia sobre inmigración, hoy es su día.
Emociona.

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